Ein Volk, ein Reich, ein Führer (un pueblo, un estado, un jefe)
Lejos de ser la existencia de una cultura autóctona nacional lo que funda nuestra nación y el nacionalismo (el ser chileno), lo que ocurre en realidad es lo inverso; es el Estado el que produce una cultura nacional mediante la educación. El estado difunde, generaliza, impone una cultura ya elaborada pensada y premeditada: el Himno nacional, la bandera, el escudo y especialmente el idioma, la lengua, que se convierte en idioma nacional gracias a la escolarización, la burocrática administración pública y -en los casos más difíciles como en el sur- mediante el uso de la fuerza a través de la policía o el ejército. Su objetivo primordial es evitar los nacionalismos y populismos que pretenden poner la política al servicio del pueblo. Me pregunto ¿La política y el pueblo existían antes de la intervención del estado?
Su otro objetivo claro es la reproducción de la fuerza de trabajo. Nada nuevo, la educación se reduce únicamente al aprendizaje de determinados roles sociales: desempeñemos nuestros papeles, cumplamos nuestras funciones, critiquemos los desvíos…como la campaña del Transantiago “No meta la mano ahí” en donde se domestica y adiestra a los alienados ciudadanos para que denuncien y objeten a cualquier oveja que dé el más leve atisbo de salir del paradigma del rebaño sometido. Dividendo absoluto y completo… el rebaño se auto regula.
Por otro lado, las leyes emitidas y aprobadas por el poder económico-político democráticamente elegido, no hacen más que autentificar el uso de esta violencia. Estas mismas leyes se han encargado de destruir nuestro genuino sentido de la chilenidad. Las aperturas a los mercados económicos internacionales -a través de tratados de libre comercio- realizados por los gobiernos de la concertación nos han mostrado cómo los intereses políticos, han dañado irremediablemente la agricultura criolla y a los productores locales a quienes hemos visto sucumbir inevitablemente, incapaces de competir ante las grandes corporaciones internacionales. Las grandes tiendas nacionales por otro lado se han inundado de productos chinos de pésima calidad que nos venden a altísimos precios lucrando desvergonzada e impúdicamente.
El estado represor pretende transformar al hombre de la tierra, el Mapuche guerrero en ciudadano civilizado y a la violencia en ley. Pero se equivocan, el estado necesita de nuestra historia y del nacionalismo para movilizar fuerzas capaces de resistir la hegemonía de las grandes potencias centrales. Necesitamos gente comprometida con el país, no con sus gobernantes o sus intereses egoístas, no con el mundo de fuerza y dinero que persigue únicamente intereses materiales reemplazando las ideas por ideologías puestas al servicio de las utilidades empresariales. Necesitamos críticas con propuestas sólidas, y no radicalmente extremas pues nos llevan a posiciones inútiles y marginales. El capitalismo cuanto más avanza más elimina el pensamiento racional de la gente al igual que los sentimientos humanitarios de cooperación y ayuda social. El sujeto individual, separado de la razón, cae entonces bajo la dependencia del poder político económico y su precariedad social inducida, pareciendo confirmar que en el trabajo no es sólo el proletario el explotado por el capitalista o burócrata; más profundamente, es el sujeto. Es el sujeto personal alienado y privado de toda capacidad de construir y de defender su propia identidad.
Deprimente…pero es el precio que hay que pagar… “EL DESPERTAR DEL SUJETO SE PAGA CON EL RECONOCIMIENTO DEL PODER COMO PRINCIPIO DE TODAS LAS RELACIONES…” (Horkheimer)
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